La ruta del acuso sexual


PALABRAS LIBRES
Por Ara Morales

En Celaya se mueven en promedio diariamente 150 mil usuarios de transporte público, por lo que podemos suponer que 75 mil mujeres usan todos los días el transporte público. Le comparto, las denuncias por abuso y acoso sexual no disminuyen en Celaya, y de acuerdo a estadísticas de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), el 40 por ciento de las mujeres han sufrido algún tipo de acoso callejero, que va escalando en violencia: acoso sexual, hostigamiento, toma de vídeos y fotos, secuestro, violación sexual o feminicidio.


En días pasados estuvimos solicitando firmas en el jardín del centro histórico de Celaya, para apoyar a nuestro amigo Armando Martínez, especialista en Transporte y Movilidad, para que sea considerado en la integración del Consejo Consultivo de Movilidad. Una de las líneas de trabajo es atender el acoso sexual hacia las mujeres en el transporte público, pero ¿qué es el acoso sexual? ¿cuáles son las cifras?, ¿por qué ocurre? ¿los gobiernos cómo lo atienden? A esas preguntas, intentemos encontrar las respuestas.


La Organización de Naciones Unidas ya el año 1993, había definido que la violencia de género es «todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada», acciones como la violencia doméstica, violaciones dentro y fuera del matrimonio por conocidos y desconocidos, violaciones en situaciones de guerra, muertes por honor, trafico forzado y prostitución, abusos sexual de niñas, infanticidio femenino, mutilación genital, muertes por aborto, la violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales, deportivas, de gobierno, en la calle, en el transporte, y en otros ámbitos.


La violencia de género, fue difundida a partir de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Pekín, China en el año 1995. Y es un problema social que afecta principalmente a las mujeres, y que se sustenta en cientos de años de profundas y persistentes desigualdades en la sociedad. Importantes investigaciones han mostrado la magnitud del problema a nivel mundial y cómo ha aumentado en las últimas décadas.


El acoso público, es la violencia en contra de las mujeres en el espacio público o comunitario por parte de las personas agresoras, generalmente hombres, con las que las mismas mujeres no tienen un vínculo personal. Este acoso, se manifiesta a partir de miradas libidinosas, silbidos, guiños, palabras, gestos, tocamientos, contacto físico no buscado, tomar fotos o vídeos u hostigamiento, el hombre reivindica su derecho a importunar la atención de la mujer, forzándola a interactuar con él, en el ámbito público como puede ser la calle, tiendas, negocios, bares, mercados o transporte público, a partir de conductas sexistas que pueden llegar a definirla como un objeto sexual.


El acoso sexual, va dirigido a una persona concreta, normalmente la víctima, aunque también puede dirigirse a las personas cercanas, especialmente otros hombres, como una manera de reafirmar y generar masculinidad; asimismo, busca anular, ver como objeto, humillar y amenazar a la persona destinataria. Los comentarios y acciones no buscan iniciar un diálogo o conversación con la víctima, al contrario, buscan minimizar o restringir la voz de las mujeres y su tránsito por espacios públicos.


Ésta forma de violencia en contra las mujeres tiene su origen en la desigualdad estructural entre hombres y mujeres. Es, de hecho, una demostración de poder y privilegio masculino, manifestado en el espacio público que está enraizado en las diferencias de poder en la sociedad entre ambos sexos, pero que beneficia a los hombres.


Este tipo de acoso, sirve para perpetuar los roles de género tradicionales que colocan a los varones en una posición superior a la de las mujeres. Además, es funcional para reforzar el ideal de la masculinidad hegemónica agresiva, dominante y sexual, y el de la mujer sumisa, receptora y disponible.


Los acosadores alardean de su heterosexualidad, actúan asumiendo que las mujeres en el espacio público son heterosexuales, y están interesadas en la atracción que puedan tener los hombres hacia ellas.


Con respecto a las funciones del acoso sexual en espacios públicos, este sirve para reforzar límites espaciales, ya que se les recuerda a las mujeres, especialmente a aquellas que no están resguardadas por una compañía masculina, que están en espacios tradicionalmente reservados a los hombres, y que, por lo tanto, ellas pueden ser objeto de violencia.


Algunos investigadores se han referido a éste tipo de violencia como una forma de terrorismo sexual, porque la mayoría de mujeres saben que algo les puede ocurrir en espacios públicos, pero no saben exactamente cuándo, o cómo sucederá; el terrorismo sexual es un sistema a partir del cual los hombres atemorizan y dominan a las mujeres con base en el miedo y el control.


Por ese motivo, las mujeres despliegan todo un repertorio de estrategias para evitar ser objeto de acoso, intimidación, violencia u hostigamiento en espacios públicos, entre otras: van acompañadas; piden que las lleven o las esperen en la parada del camión; cambian su forma de vestir, usan pants, pantalones o ropa holgada; evitan horarios y lugares concurridos; toman rutas de desplazamiento alternativas; usan taxis para mujeres; en el caso de la Ciudad de México, usan los vagones solo para mujeres; usan aplicaciones para indicar su ubicación en tiempo real, o llevan objetos de defensa personal como alarmas, gas pimienta, armas punzocortantes. Y aun así, la violencia no cesa.


En México, las mujeres viven con miedo a ser objeto de agresiones sexuales, y como indica el investigador, Soto Villagrán, “este temor a la violencia sexual modela la relación con los demás, influye en la movilidad/inmovilidad y en la apropiación que en, y del espacio público realizan las mujeres, y define cómo reaccionan ante el otro y el poder que se le asigna”.

Para frenar la violencia en espacios públicos en Celaya, en abril del 2022, la regidora Catalina Puga, propuso en sesión del Ayuntamiento que se realizaran modificaciones al Bando de Buen Gobierno, agregando el siguiente párrafo: “Queda prohibido realizar expresiones verbales o acciones físicas de connotación sexual en espacios públicos o privados, a otra persona en contra de su voluntad”. A pesar de ser 11 mujeres de 15 integrantes del Ayuntamiento, hasta el día de hoy, no es ley, y siguen indefensas al 52% de la población: niñas, jóvenes, adultas y adultas mayores que sufren diariamente acoso sexual.


Para erradicar este tipo de violencia en nuestra ciudad, debemos conocer e impulsar las acciones que están realizando en otras ciudades, tales como: legislación nacional en materia de acoso sexual; programas de ciudades seguras para todas y todos; planes de ordenamiento territorial y desarrollo urbano en las ciudades con perspectiva de género; impartición expedita de justicia en casos de acoso sexual; rescate de espacios públicos; creación y participación de consejo de barrio, colonia o comunidad para contar con espacios seguros; protocolos de atención y acción de ciudadanos en contra del acoso sexual; capacitación a los cuerpos policiacos y fiscalías; cadenas y redes de apoyo entre los choferes de transporte público para inhibir el acoso en sus unidades; creación y entrega gratuita de aplicaciones digitales, y uso de otras tecnologías para evitar y erradicar el acoso sexual.


La modernización del transporte, debe ocuparse de la eficaz y eficiente movilización, pero también, de la infraestructura para la protección real y efectiva de la integridad, física, emocional, y psicológica de las mujeres, las jóvenes, y las niñas que trasladan. Urge un transporte digno; con pegatinas no se resuelve nada. La ruta al acoso sexual, debe ser frenada. ¡Ahora!


AL FINAL.
Otro frente de guerra que se ha abierto en contra las mujeres, es la violencia de género en línea o digital, ya que, desde cualquier lugar del mundo, usuarios de internet acosan a mujeres con mensajes, o publican comentarios de odio, de burla, de difamación, fotos o vídeos íntimos; ejecutan secuestro virtual, chantaje, trasmisión de feminicidios en tiempo real, y amenazas de muerte. Estas prácticas de violencia crecen día a día, y no existen recursos amplios que permitan combatirlas; entre otras cosas se requiere un trabajo eficiente de la policía cibernética; leyes actuales en contra de los delitos digitales; sanciones reales contra los perpetradores digitales; protocolos de atención psicológica y de protección para las víctimas. ¿Qué celebramos el 8 de marzo?

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